sábado, 22 de febrero de 2014

El cansancio de los nuevos amores


Cuando vuelvo de mis paseos matutinos me demoro en el jardín y juego un rato en la piscina a la Esther Williams de andar por casa. Lo verdaderamente agradable no es que sea pequeña –la piscina- sino que –quizás por eso- esté solitaria y triste. Como esperando a que llegue yo y me zambulla en su soledad azul turquesa cosa que hago con deleite a pesar de su frialdad.

A veces sale alguien camino de la calle a pasear al perro; a veces entra alguien a dejar una carta, pero no son fechas vacacionales, ahí está el truco. Hoy había una señora –más o menos como yo- sentada en el suelo a la sombra de un olivo. Es un jardín de los de antes, con hierba, flores, arbustos y árboles por lo que su bucolismo invita a la contemplación y a la conversación lánguida. La señora –extranjera, nunca leerá este blog-, había alquilado un apartamento con su nueva pareja.

Después del intercambio obligado de datos personales: lugar de procedencia, estado civil y motivos de la ocupación, me ha preguntado por un restaurante romántico para ir por la noche con su –he sabido- recién estrenada pareja. –“Oh, -le digo- l’amour toujours…!” Su gesto extrañado me ha hecho pensar que me había tomado una confianza inconveniente y justo cuando ya pensaba arrodillarme pidiendo perdón me ha hecho un guiño y ha dicho la frase del día: “Oh, un nouvel amour, c’est si fatigant…!”

Tiene razón; vuelta a repetir la biografía, tener que desempolvar las viejas historias, reabrir puertas que chirrían, hurgar en las olvidadas cicatrices… qué cansancio… y la pasión, de nuevo, como si se inventara el amor, haciendo escorzos imposibles en la horizontal –sólo en la horizontal-, robándole horas al sueño (tan necesario), estrenando ojeras y resacas…qué cansancio, qué fatiga…con lo cómodos que son los amores viejos, los de toda la vida...

En fin.

LaAlquimista

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