lunes, 24 de febrero de 2014

Guerra al sedentarismo




Pues resulta que después de pasarme treinta y seis años trabajando en una oficina, es decir, sentada ocho horas al día excepto los momentos inolvidables de visita a la cafetera o la fotocopiadora, me entero, gracias a un profesional del asunto, que la vida sedentaria “es muy mala” para la constitución y evolución física de las mujeres. (Supongo que también lo es para los hombres, pero no lo decía)-

–Ah, mira tú por donde, ahora resulta que las que han trabajado la misma cantidad de años de pie o moviéndose de un lado a otro sin parar está en mejores condiciones físicas que yo... Pues mira qué bien, han descubierto que la vida sedentaria envejece cosa mala… Y no te digo ya nada la intelectual, que vas a comparar pasarte un domingo por la tarde tranquilamente leyendo un libro con ir a pegar saltos en cualquier discoteca, nada que ver, oye, lo insano de lo primero y lo positivo de lo segundo.

¿Y ahora qué hago con mis cincuenta y pico? Mi pobre cuerpo, dolorido de tantos lustros de silla ergonómica, con lo poco que le sirvieron los años jóvenes de baile, los paseos en bici, las marchas de montaña, las temporadas de esquí, los largos en las piscinas y las locuras de otros tiempos, mi pobre cuerpo, digo, según los que saben de esto, tiene que seguir al filo de lo imposible día sí y día también.

Guerra declarada al sedentarismo que adelanta la vejez, me dicen. Y bueno, digo yo, si no era mi sueño dorado seguir con la misma flexibilidad a los cincuenta que a los veinte, que una no es tonta y sabe del desgaste general de la osamenta… ¿a qué viene esta obsesión, mantenida por personas de más o menos mi quinta, que a según que edad lo de “mens sana in corpore sano” se traduzca en “mens sana in corpore in sepulto”? ¿A estas alturas…?

A nadar diariamente sin remisión, Pilates que no falte cada semana, y el gimnasio añadido a los inacabables y madrugadores paseos matutinos; cuando empiece el curso, a la academia de baile o al yoga o al tai chi. Cualquier idea es buena para hacer ejercicio y evitar el anquilosamiento. Guerra total al sedentarismo.

No quiero saber de nadie encerrado en casa, delante de la tele, comiendo porquerías durante horas y horas. En eso que se llama aburrimiento y que no es sino el primo hermano de la depresión. Nada de soledades impuestas ni elegidas. A la calle a patear la ciudad, al monte a contar ovejas, a la playa a pescar medusas. ¿Que estás solo y no tienes con quién…? Ah, ya… pues…

Bueno, pues me convertiré en nómada.

En fin.

LaAlquimista

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