sábado, 1 de febrero de 2014

Por fin llueve


Una se siente a veces como una pequeña barca a merced de los elementos –y eso que nunca me he considerado ‘invencible’-, esclava involuntaria del sol o de la lluvia, de todos los vientos, del frío y del calor. Quiero decir que, pase lo que pase, hay que salir al mundo cada mañana, con la rutina a cuestas, más con la inevitabilidad de lo cotidiano encima que con el ansia de alguna sorpresa. Pero hoy llueve, por fin un poco de lluvia.

Soy de la generación que recibía inevitablemente en su cumpleaños (alguna tía odiosa se encargaba de ello) un paraguas; acostumbrada a la lluvia en el atrezzo cotidiano, me fatigan enormemente los días ininterrumpidamente soleados, fotocopiados en el calendario. Por eso –con un moderado regocijo- recibo esta mañana al día lluvioso y decorado con brumas.

Por fin tengo una buena excusa para poner en orden el armario del pasillo, ya no puedo sustraerme a la tentación de terminar de un tirón el último libro; ni siquiera tengo que bajar a comprar el pan –hace años que se fue de mi dieta-. Hoy es el día perfecto para dedicármelo entero haciendo esas pequeñas cosas que a todos nos hacen sentir bien (cuando las hemos terminado de hacer) porque casi nunca encontramos el momento adecuado para hacerlas.

Que llueva no es más que un subterfugio, pero no se lo pienso decir a nadie.

En fin.

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com



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