jueves, 20 de marzo de 2014

¿Copiloto o GPS?

 
En el incierto viaje que es la vida, ligero siempre de equipaje por hacerle caso al poeta, hemos sentado a nuestro lado como una presencia tranquilizante e imprescindible –según nos dijeron no es bueno que el hombre conduzca solo- al ser que nos va a ofrecer ayuda en los nervios del camino, apoyo en el cansancio, brújula cómoda para no perder el norte.

“Quiero ser tu copiloto”, me dijeron una vez y me pareció una hermosa declaración de intenciones. Parecía que yo seguiría llevando las riendas de mi vida, tomando mis decisiones, segura y confiada de que a mi lado, en su sitio, estaría la persona que me ayudaría a no desfallecer cuando el cansancio de vivir –siempre ese tipo de cansancio- se impusiera. Alguien con quien hacer turnos al volante, un compañero de equipo, el que te alarga la botella de agua o te indica dónde está la próxima área de descanso.

Pero llegó alguien muy listo que se dio cuenta de la situación, hizo un exhaustivo estudio de los accidentes y descubrió que los copilotos ya no son lo que eran. Se dormían, aburridos de ver pasar la vida por la ventanilla, y habían dejado de dar conversación al aturdido conductor. Se ensimismaban en sus pensamientos permitiendo que el vehículo siguiera rodando sin participar en esa andadura. O lo que es peor, se enfrascaban en conversaciones absurdas perladas de acericos enervando el temple que el conductor necesitaba mantener para no estrellarse contra la mediana.

E inventó el GPS (Global Positioning System) para que alguien nos contara el camino correcto sin tener que discutir, una voz meliflua que no expele sarcasmos, la compañía perfecta para andar por la vida sin necesidad de copiloto. En esa soledad hecha a medida puede el conductor cansado parar cuando quiere, abrir o cerrar ventanillas a su antojo, conectar el aire acondicionado sin sufrir amenazas de muerte, fumar cada setenta y cinco kilómetros o cantar a voz en cuello las de Nino Bravo desafinando si le da la gana.

Una nueva generación de personas autosuficientes, conductores seguros de sí mismos y con mínimo índice de accidentes están ya pululando por las carreteras de la vida. Orgullosos de no depender de nadie, contentos de dominar la situación sin tener a nadie en el asiento de al lado que les toque las pelotas.

Está bien, debe estar bien; yo todavía no me he decidido a comprarme un chisme de esos, prefiero añorar a un buen copiloto que poner mi vida y mi destino en manos de una máquina. Así que, a la espera de un nuevo invento que satisfaga mis necesidades anímicas, prefiero utilizar el transporte público. Aunque esté prohibido hablar con el conductor…

En fin.
http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

LaAlquimista
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

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