miércoles, 5 de marzo de 2014

Dar la mano y que te cojan el brazo



De la observación diaria y continuada de lo que ocurre alrededor se pueden sacar datos suficientes como para llenar resmas de papel de sesudas reflexiones; no obstante, el viento se lleva el pensamiento, la luz de la tarde oscurece la luz de la pequeña filosofía de andar por casa, estamos demasiado cansados, mejor que piensen otros.

Estoy a vueltas con el tema de la generosidad. Ocurre que, habitualmente, no se deja de ser generoso con aquellos a quienes se ama; o por lo menos, hay una disposición favorable que permite mantener la imagen de lo que somos o nos gusta ser, para que nos sigan viendo con buenos ojos…

Un ejemplo: cuando se llama a los hijos continuamente impelidos por el amor que inspiran y resulta que ellos usan el teléfono únicamente “cuando necesitan algo”. Esta pelota también bota en sentido contrario cuando se contacta con los padres ancianos para ver cómo se encuentran y ellos tan sólo lo hacen cuando no les funciona la luz del frigorífico o quieren que se les acompañe al médico, como si no se hubieran enterado todavía de que las llamadas de fijo a fijo son gratis.

Otro ejemplo: la pareja que considera lógico que compres tú las naranjas del zumo del desayuno, que te acuerdes de su cumpleaños y del aniversario, de la revisión anual del urólogo y de dónde está el termómetro. Acaso piensan que ya hacen bastante con “sacarte” los sábados al cine.

Otro ejemplo más: los amigos que no ponen reparos en aceptar una invitación y, por el contrario, lo poco o mucho que tienen lo guardan para ellos solos, sin compartirlo. Los que toman lo que se les ofrece y guardan lo que tienen, los que van a tu casa y no te invitan a la suya, los que te dicen de ir al teatro tan sólo cuando las entradas les han salido gratis o llaman para tomar unas cañas cuando su pareja está de viaje únicamente.

La de veces que habremos hecho de enfermeras, mozos de mudanzas, asistentes de limpieza, señoras de compañía, paños de lágrimas y calladas compañeras…! Buenas amigas “para lo que haga falta”, ganándose a pulso la fama de la generosidad sustentada sobre el principio sibilino del abuso…! ¡Qué difícil es hacerse respetar, qué duro tener que poner las cosas en su sitio, reclamar lo propio o callar por vergüenza ajena y pudor…!

Y si, finalmente, armándose de un valor inusitado, una se atreve a poner las cartas encima de la mesa y protestar, reclamar, dejar de ser generosa durante un rato porque se presiente el abuso, si se permite que salga del interior esa queja que araña el alma…!qué alivio, por favor, qué descanso…!

Y que opinen lo que quieran.

En fin.

LaALQUIMISTA

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

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