miércoles, 12 de marzo de 2014

Isabel Allende. Otra mujer valiente

 
Empecé a leer a Isabel Allende cuando todo el mundo por estos lares. La publicitaron –como sobrina segunda de Salvador Allende- y el libro “La casa de los espíritus” era francamente entretenido. Y luego le cogí el gusto a sus tres siguientes obras de ficción (realismo mágico le llaman) hasta que me dejó con el corazón en la boca leí su primera entrega autobiográfica: “Paula”, en la que relata su vida hasta la muerte de su hija de veintinueve años; un antes y un después.

“Paula” es un libro terrible y hermoso a la vez; terrible por el dolor que rezuma mientras ella misma intenta purificarse de los demonios que anidaron en su corazón al asistir a la agonía y muerte de su hija. Hermoso, porque es literatura amorosa en estado puro. (Amorosa viene de amor).

El resto de novelas no me interesaron demasiado pero cuando ha caído en mis manos “Mi país inventado” –con varios años de retraso- he vuelto a admirar a la mujer que anida tras la escritora. En esta tercera entrega autobiográfica (la segunda es “Afrodita” un libro sencillamente precioso sobre el placer erótico de la comida) Isabel cuenta lo poco que le faltaba por contar. Desgrana su país de corazón, Chile –aunque ella naciera en Perú- y recuerda su infancia y juventud con pelos y señales.

Pero para contar la vida propia no le queda más remedio que arremeter con su familia y no dejar títere con cabeza desgranando virtudes y defectos de toda la parentela, dándole a cada quien lo suyo: medallas y escarapelas de colores a los que la trataron bien y orejas de burro a quienes le hicieron la vida imposible. Con razón ella misma indica que, para ser escritora, hay que distanciarse del entorno afectivo o incorporarlo a la fábula, siendo el caso que ella nunca estuvo dispuesta a desperdiciar el inmenso y enjundioso caudal literario que se podía extraer de su experiencia doméstica. Leyendo sus libros uno puede pasearse por su biografía cómodamente, seguirle los pasos desde la infancia hasta el momento presente. Sus amores y desamores, los conflictos de familia, iguales que los de cualquier casa pero que no le perdonaron airear y que fueron precisamente los que le dieron la fama.

Porque lo que más nos gusta leer son vidas como las que nos han hecho vivir, con envidias y rencores, trampas y recelos, pellizcos y empujones. Como ella decía, lo que tuvo que sufrir lo sufrían “en las mejores familias” pero la sociedad chilena -¿sólo la chilena?- era experta en callar, ocultar, distraer e incluso negar lo innegable. Por eso ensalza a los norteamericanos que son capaces de sacar sus esqueletos del armario como quien no quiere la cosa y guardar la hipocresía para otros menesteres. (El caso del affaire Clinton es el paradigma de lo expuesto)

Pocas escritoras hay en este país que se hayan atrevido con tanto y las que lo han hecho son mis preferidas, por descontado. Digo esto porque cada vez que cuento algo personal en este humilde blog, aparece la sombra de alguien que dice saber más que yo para recordarme que “eso no se hace, eso no se dice”.

Es la diferencia –una de las muchas- entre una escritora valiente y una bloguera cobarde.

En fin.

LaAlquimista
http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

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