martes, 25 de marzo de 2014

Estas cosas sólo me pasan a mí...

 
Hasta hace unos pocos años, si una mujer se quedaba sin pareja siendo “talludita”, lo más normal era que no tuviera más opción que acceder a los requiebros de algún caballero de “edad madura” si es que tenía esa suerte o, en su defecto, comprarse un perrito y dedicarse a verlas venir suspirando a la puesta del sol. Pero ahora, con esto de las redes sociales ya no hace falta trabajarse demasiado el tema porque salta la liebre (la oportunidad) en casi cualquier esquina de la pantalla del ordenador.

Mi conexión a Internet ha sido vía intravenosa hasta que me dí cuenta de que tenía que “desenchufar” y aprender a utilizar la tecla OFF del ordenador. (Fue uno de mis propósitos de cara al nuevo año y creo que lo voy haciendo bien, ahora apago el portátil cuando me marcho de casa, jeje…) Sobre todo porque, no estando obligada a estar encadenada a una mesa de trabajo por mi condición de prejubilada, tenía que quitarme ese “síndrome de Estocolmo” que me había perseguido durante el último semestre del año pasado.

Pero a lo que voy. Que me apunté al Facebook porque me lo aconsejaron y al principio fue divertido. De media docena de amigos y cuarto y mitad de amiguetes subió la cosa como la espuma hasta pasar el centenar y ahora resulta que soy más popular que la Chelito, pero es mentira, vamos, faltaría más, a la mitad de los que me tienen en su lista ni los conozco, pero como son “conocidos de conocidos” pues parece que eso es patente de corso para entrar a saco y tomarse confianzas. (A ver si aprendo a tomármelas yo también y saco algún beneficio). El caso es que un caballerete de la provincia se dirigió a mí en buenos y correctos términos sin más interés (aparente) que “darme palique”, aparte de engordar mi ego a base de halagos por mi blog. Servidora, educada ella para lo que haga falta y más, contestaba sin mayor inconveniente.

Se acercaban las fiestas navideñas y este ciudadano –amante de la música según él- me invitó a compartir el Concierto de Año Nuevo (sí, Strauss, que no me gusta nada y menos dar palmas), porque decía iba siempre con su hermana y cómo ésta estaba enferma, claro, no era cuestión de desperdiciar.

La verdad es que era un compromiso, pero como la fecha era muy tonta, accedí no sé bien porqué; desde luego no porque el ciudadano fuera un georgecluny sino, ya digo, por quedar bien. El caso es que, para mi sorpresa, el tipo tenía buena conversación –lo que aprecié después del nefando concierto- y la cena a la que fuimos después deparó una hora y media de agradable compañía. (A veces una tiene suerte, no todo va a ser Murphy). A la hora de pagar él, caballero y yo, señora, insistimos cada uno por nuestro lado: él en pagar la cuenta común, yo en pagar mi parte. Ganó él porque, con casi sesenta años no iba a llevarle la contraria.

Después de la cena, fuimos a tomar una copa a un local del centro –ahí sí que pagué yo- y a una hora más que prudencial –la una de la mañana- decidí dar por finalizada la velada de esa manera elegante y correcta en que sabemos decirlo las chicas bien educadas.

Ahí empezó a torcerse la cosa porque cuando dirigí mis pasos a la parada de taxis del Boulevard, el hombre insistió en acompañarme “dando un paseíto, que hace muy buena noche”. La verdad es que para la fecha que era el tiempo estaba más bien caribeño, pero como es más listo el diablo por viejo que por diablo, le dije que nones y muchas gracias, añadiendo lo típico, que lo he pasado muy bien, que ya volveríamos a repetir cuando yo tuviera entradas para algún concierto, ¿?¿? y como no parecía captar mis ganas de despedirme, añadí contundente que mi hija estaba en casa algo enferma y no quería demorarme más en regresar.

Si dije, ya dije. Vamos, que si me lo cuentan no me lo creo. El caballerete en cuestión se puso farruco, me cogió del brazo y casi empezó a zarandearme, levantando la voz (no había bebido él más que yo, es decir, lo justo para mantener compostura y educación) y me espetó de muy malas maneras: “!Ah, pero tú te creías que “todo esto” te iba a salir gratis, a tus años, no te da vergüenza aprovecharte de la situación…!”

Que conste que me ha llevado mi tiempo analizar la situación, reflexionar sobre mi comportamiento (y sobre el suyo) y no me queda otra que llegar a la conclusión de… que estas cosas sólo me pasan a mí.

En fin.

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

LaAlquimista
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