martes, 11 de marzo de 2014

La excusa del pilates

 
A fuerza de que te den la tabarra con una cosa acabas planteándotela , más que nada para que te dejen tranquila y dices,: vale, bueno, vamos a probar. Eso es lo que me ha pasado a mí con el plates de marras. Que yo ni había oído hablar de ello hasta que, hace un par de años, se puso de moda y parece que si no vas a hacer esos ejercicios un par de veces por semana te van a tener que dar 3 en 1 a partir de los 50.

Que si es buenísimo, que si a mí me va fenomenal, que no basta con hacerse diez kilómetros al día –que es mi pequeña contribución a eso del ejercicio y la salud-, que a tu edad hay que engrasar las articulaciones… el caso es que, tanto comerme la oreja, -mis amigas, que son bienintencionadas y pesadas- que al final me apunté a clases del dichoso método. Además, como no trabajo y tengo todo el día libre pues está bien ir llenándolo de actividades para poder jactarse de que “no tienes tiempo para nada”.

Digamos que voy a un gimnasio municipal y pongamos que estamos en una enorme clase unas dieciocho personas (hay dos hombres, dos). Que nos tiramos por el suelo en colchonetillas y nos pasamos una hora siguiendo las indicaciones de una jovencísima profesora que nos trata como si fuéramos chavalitas de primaria. Respirar con el vientre, sentir el ombliguito, levantar la cabecita, mover las caderitas, sujetar las rodillitas… increíble, pero cierto. Hacía años que no me hacían sentir tan tontita.

Resulta que la mayoría de las personas que hacen este tipo de actividades por las mañanas, con pura lógica, son quienes no tienen que trabajar fuera de casa; como los parados no están para tonterías –esto no es gratis, sino tirando a caro o muy caro según el lugar donde lo practiques- pues la edad media de la clase anda por los setenta y me quedo corta. No es eso lo malo, claro que no, al contrario, sino el hecho de que –en general no damos pie con bola –o rodilla con ombliguito, que ya es triste que nos hablen como si estuviéramos con la baba colgando- y el “powerhouse” seguimos sin ubicarlo. Pero al cabo de dos meses de tirarme por el suelo ya he descubierto donde está el truco del dichoso pilates de marras.

El grupo de señoras mayores que llegan pegando grititos y hablando de sus nietos después se juntan a tomar cafecito y una vez al mes a comer. Los sábados por la mañana a pasear todas juntas y no perdonan festividad que se precie para ir a donde sea: da lo mismo un viaje en autocar a La Rioja a catar vinos que una excursión a Bilbao el día que el Bellas Artes es gratis. Hoy me lo contaba una compañera de colchoneta que lleva viuda diez años y que, palabras textuales, “gracias al pilates he vuelto a tener vida social”. Toma ya. A ver si cumplo años rapidito para poder unirme al grupo.

En fin.


LaAlquimista

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*Este post lo escribí hace tres años. Luego dejé de hacer Pilates...

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