martes, 25 de marzo de 2014

El blog ¿Una terapia colectiva?

 
Ayer por la noche regresé a mi casa después de una escapada de seis días que me ha recargado las pilas en casi todos los sentidos. Llegué tarde y -¿qué me esperaba yo?- por supuesto tuve que aparcar mal; eso o dejaba el coche a un kilómetro de casa, pero no me importó demasiado. Subí con mi bolsa roja a reconcón y con otra de esas reciclables que sirven para cargar de todo: en este caso, productos de la huerta y comestibles varios, de esos que te tienes que llevar porque alguien insiste en regalártelo con todo el cariño del mundo, como si tu ciudad estuviera desabastecida de materia prima alimenticia. El buzón vacío de propaganda (primera sorpresa), en casa todo en orden excepto la exuberante flor de Pascua que dejé en el balcón siguiendo no sé qué criterio (segunda sorpresa) – ya verás qué bronca me monta mi madre, que era regalo suyo-, el contestador del teléfono con cero recados –esto no es sorpresa sino constatación agradable- y el ordenador, encima de la mesa de trabajo, encendido y sin baterías, es decir, apagado por fuerza. Esa soy yo.

Como vivo sola y no tengo que dar cuenta de mis manías a nadie, puse el ordenador a cargar mientras deshacía mi exiguo equipaje, cargaba una lavadora y ponía a calentar unos trozos de lecha frita regalados por mano generosa –soy caprichosa en el comer, qué le vamos a hacer-. Una ducha rápida para quitarme el olor a volante y el resto estaba cantado: el blog.

¿Qué me empuja a sentarme delante del ordenador a la hora en que las personas decentes duermen y las más decentes hacen otras cosas más interesantes? Ha sido un tema recurrente en las conversaciones de estos días; ¿buscamos una realidad alternativa que nos descargue del peso –tan pesado a veces- de vivir? ¿Qué pueden aportar a nuestras vidas “ectoplasmas pensantes” a los que ni siquiera somos capaces de poner cara?

Los profesionales del tema ya tienen todo el pescado vendido; ellos saben –y nos han contado- que los recursos del ser humano para paliar soledades, angustias y penas diversas buscan todos los vericuetos posibles para alcanzar el alivio. En otros tiempos por medio de drogas de todo tipo para acabar en un lugar común: la locura. Hogaño, nuestro ritmo de vida no deja espacio para demasiada reflexión aunque sigamos –algunos- formulándonos preguntas básicas con respuestas escondidas y nada básicas.

Antes de perderme en circunloquios diré que me puse a cantar después de reir; que adorné la mesa con mi copa especial de los gintonics especiales y que estuve leyendo hasta la madrugada con la sana intención de tomarme el fin de semana sabático –nunca mejor dicho-, antes de volver a engancharme a este bendito blog. Pero no ha sido posible. Lo leído, lo intuido y ciertas certezas, me han hecho despertarme al cabo de pocas horas y ponerme a escribir. Con el deseo y la intención de decir cuatro cosas bien claras.

La primera de ellas es que estoy feliz como una lombriz de haber podido conseguir, casi sin pretenderlo, que se creara un grupo de personas humanas capaz de compartir vivencias y pensamientos de tal forma que supone un espacio de confraternación en el que todo el que quiera puede encontrar un sitio con su nombre. La segunda, pero no menos importante, es que yo no creo en casualidades sino en causalidades, y que todos los que participáis en el blog ofreciendo el regalo de vuestro cariño, ánimos y fuerzas para quien lo necesita estáis creando una energía que no puede más que originar un efecto positivo y feliz en vuestras vidas.

Y que, creyendo como creo en el poder de la mente y en la fuerza del corazón, estoy convencida de que nos estamos ayudando unos a otros de la manera más sencilla que existe a realizar la terapia individual que todos –en algún momento- necesitamos, como si fuera una psicoterapia colectiva que nos ayuda a reubicarnos en el papel que nosotros –y no los demás- hemos elegido para representar esta única función de la obra más importante en cartel: nuestra vida.

Así que gracias de todo corazón y seguimos cabalgando.

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

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