domingo, 30 de marzo de 2014

Noches de violines, mañanas de trombones




Es lo que tiene conservar el espíritu joven, que sigue apeteciendo la noche con toda su guarnición añadida. ¿Por qué me gusta más ir al cine después de cenar en vez de a media tarde? Pues porque de esa manera, a la salida, con la excusa de comentar la película caen un par de cervezas en un sitio medianamente tranquilo y ya una vez puestos pues igual nos dejamos llevar por la música (siempre hay música) y acabamos yendo a echar unos bailes y unas risas. Y como el reloj es sólo para ir a trabajar para cuando te das cuenta estás volviendo a casa a las cuatro de la mañana…

El cuerpo es sabio y duerme lo que tiene que dormir (en mi caso siete horas de vellón) así que me despierto a las once pasadas y, entre pitos y flautas, me he comido la mañana y ya es tarde para ir al monte, la excursión prevista o el largo paseo de primera hora.

Ya no te digo nada si las que han salido por la noche son mis hijas; como se me ocurra hacer ruido (o poner música, que sigue siendo uno de mis placeres de un día de fiesta por la mañana) antes de la una de la tarde puede haber una buena trifulca o cuando menos morros para todo el día.

Visto lo visto, o disfrutamos por la noche o disfrutamos por la mañana. ¿Por qué cuando éramos (más) jóvenes no nos importaba perdernos la luz, el calor, la naturaleza en todo su esplendor y preferíamos lanzarnos a la vida por la noche? Ahora ya estamos más para que nos den sopitas porque me he despertado hoy con el siguiente pensamiento: “pero cómo me voy a perder la mañana del sábado quedándome en la cama…” y me he sacudido la pereza, he espabilado mi resaca –pequeña- y he decidido que se pueden tener las dos cosas: la fiesta nocturna y el plan diurno. A ver qué opinan mis hijas.

En fin.

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50
LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario