domingo, 16 de marzo de 2014

Los psicólogos se deben estar forrando


Hasta hace pocos años –unos diez o quince- acudir a la consulta de un psicólogo o “loquero”, como dicen los que no deberían hacerse los graciosillos, estaba mal visto. O muy bien. Dependiendo del estatus económico-social del paciente. Pero en los últimos tiempos parece que el miedo a sentarse –que no tumbarse- frente a un profesional que ayude a recuperar el equilibrio o a encontrar el camino perdido va reduciéndose aunque los prejuicios sigan pegando saltos como pulgas. Supongo que esto ocurre porque es una profesión denostada por el vulgar de los mortales que no entiende o no quiere entender que es igual de sencillo ir a que te revisen el “coco” como llevar el coche al taller cuando hace un ruido raro. Tampoco es factor favorable el hecho de que la psicología no entre en los “genéricos” de la Seguridad Social y de ahí la falsa creencia de que esta especialidad sea tan sólo para el personal que tiene tiempo y dinero que perder.

Digamos que -un suponer- una persona entra en crisis. La de los cuarenta o la de los cincuenta (se puede inventar una por década) se ha quedado en paro o le ha abandonado su pareja; acaso se ha desnortado porque siente que su vida está vacía por dentro aunque tenga de todo por fuera, o sea una de esas personas que se despiertan por la mañana y la vida ya les está pesando, como un lastre que les ata a la cama y a la inacción. Esos que están en el borde mismo de la depresión pero tontean con la cuerda floja, ni saltan ni se caen, pero su vida es un sinvivir porque han perdido la ilusión, la fuerza vital, las ganas. Sigamos suponiendo que esa persona va al médico de cabecera que, en el mejor de los casos, le dice que bueno, que eso no tiene misterio, que “le puede pasar a ” y cualquiera y que se puede arreglar con unas pastillitas, nada del otro mundo, una tontería que toma casi toda la gente que está como ellos, potenciadores de la serotonina, una sustancia química que hace que los neurotransmisores del cerebro vuelvan a ponerse a cien por hora y dejen de dar la lata con chirridos a deshoras. Y según cómo le vea de angustiado el médico igual le envía al psiquiatra que hará recetas diversas de ansiolíticos y/o antidepresivos suficientes como para que esa persona se acomode a que la vida –y la angustia que conlleva vivir- se la solucionen las puñeteras pastillitas. Luego todo es el crujir y rechinar de dientes con los efectos secundarios: aumento exagerado de peso, ausencia de deseo sexual, cefaleas horribles y un largo etcétera. Pero a lo que vamos.

Que conste que no hablo de cuadros depresivos con patología definida; hablo de gente normal que no está enferma sino tan sólo cansada, aturdida, desorientada o sin ilusión por vivir. Ausencia de proyecto vital, le llamo yo a eso. Y ahí es donde se están forrando los psicólogos (benditos ellos) pues me consta que para conseguir espacio para una terapia hay que esperar tanto como para que te den hora para cambiar el aceite del coche. Porque contarle tus penas a un amigo es barato pero no efectivo; el amigo escucha y asiente con la cabeza mientras añade interjecciones al discurso para que se vea que empatiza, que está del mismo lado, faltaría más. Y luego se vuelve a casa con la satisfacción de haber sido comprendido (o de que se ha ayudado escuchando al atribulado), pero a la mañana siguiente todo sigue igual. El runrún interno no cesa, el chirrido hay que engrasarlo, las piezas deben ser ajustadas.

Acudir a una psicoterapia para salir adelante cuando el túnel es demasiado largo, demasiado oscuro no es algo que pasa sólo en las películas de Woody Allen ni una excentricidad de bohemios-burgueses, sino una necesidad que la mayoría hemos sentido alguna vez aunque haya sido obviada. Porque sigue estando mal visto ir al psicólogo, porque cuesta caro (y mucho), porque para eso están los consejeros espirituales o la Seguridad Social que ya está pagada y en su defecto, el fútbol o los programas de telebasura. Pastillitas con receta para que nos hagan los demás el trabajo sucio. Y eso es trampa.

En fin.

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

LaAlquimista

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