viernes, 10 de enero de 2014

Dos gaviotas sobre hierro


Se nos va a poner otra vez gris el horizonte; con brumas y nubes cargadas de agua helada, la tierra, la vida se tornará del blanco prístino que da alegria a unos y del blanco sucio que despertará la melancolía de otros -sin contar a los que matará literalmente de frio-.

Porque no todo es divertimento, irse a jugar con la nieve en las altas montañas es deporte elitista menos cuando nos íbamos a Aralar con la bolsa de plástico y ya nos parecía suficiente.

El que va a la pata coja , el que intenta aprovechar el 2x1 del supermercado para llegar al siguiente ingreso disimulando, verá la nieve como un exceso en el gasto de calefacción, y el de a pie -ese grupo del que no queremos que nos echen- la verá con un regusto de melancolía por la niñez perdida, con una pena pequeñita porque ya no tiene ganas de hacer un muñeco de nieve y ponerle una zanahoria por nariz.

Entre posibilidades varias y frías, busco los extremos para confortarme; llenar las mañanas con el regalo de una naturaleza que es la imagen pura del arte sublime y los atardeceres de leña ardiente -si se me permite la licencia poética para designar al radiador- y lectura silenciosa.

Mientras, trato de imaginar el sentir de esas gaviotas que bailan frías y enloquecidas sobre nuestras aguas y descansan sobre el hierro tan sólo un instante, uno, el que nos regalan para que florezca la sonrisa

En fin.



Foto: Amanda Arruti

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

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