miércoles, 8 de enero de 2014

Mujeres que no valen nada (y III)


La luz se va filtrando poco a poco a través del antifaz de raso. Le cuesta todavía un par de minutos ubicarse. Está en un hotel, eso es, en Londres –recuerda- pero tanto le daría estar en la antesala del infierno. Ayer tuvieron que asistir a la inauguración de una nueva exposición en una galería de ese arte tan moderno del que ella no consigue entender apenas nada; y luego la fiesta de compromiso de no sé quién con la hija de algún embajador. A él le encanta lucirse, salir en la foto, moverse por ese mundo de glamour.

Siente que el dolor en el brazo continúa, es la resaca de la discusión mantenida de madrugada, no es la primera vez que piensa que se ha equivocado de camino, de hombre, de sueños. Le da por pensar últimamente qué hubiera pasado si hubiera seguido en la Universidad con aquel novio tan dulce y tan guapo que tuvo hasta segundo, cuando lo dejó, cuando le convencieron de que ella valía mucho, demasiado, como para perder el tiempo estudiando. Y se dejó querer, y se dejó llevar y todo fue magnífico durante unas cuantas temporadas de fotos y desfiles.

-“Tú no vales nada, tú no serías nada sin mí, ya verás cuando cumplas años”, le escupe él a la cara cada vez que ella se rebela contra su mala elección. Y los celos. Y el desprecio continuo en privado, siempre en privado, como si tuviera una máscara que él se pone para salir al mundo –como el maquillaje de ella, las ropas caras, las sesiones de alta estética-, ahora se da cuenta de cómo ambos se cubren el verdadero rostro con máscaras para no ser descubiertos…

Recuerda a su madre, su ilusión, sus palabras: -“La diferencia de edad no importa cuando el hombre sabe más y puede más, hija, no seas tonta, toda la vida ha sido así, aprovecha tu oportunidad”, ¿cómo quitarle ahora el orgullo de mostrar a su hija cada vez que sale en la prensa rosa?; y el tema del dinero…

El sale del baño envuelto en el albornoz del hotel, arreglado, con buena planta (a pesar de los años), pero sin sonrisa alguna en sus ojos. A él también se le nota el cansancio de arrastrarla a ella, de fingir que la quiere algo más que para exhibirla como un trofeo de caza y le da la razón sin palabras, abatida. Es cierto, ella vale tan poco sin él a su lado…

En fin.

LaAlquimista http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50/

Foto: C.Casado

Por si alguien desea contactar:
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