jueves, 23 de enero de 2014

Jubilados estresados


Vaya por delante que yo no estoy jubilada todavía y que lo que voy a contar lo sé de oídas o lo he visto y lo he interpretado por mi cuenta. El título de este artículo lo dice bien claro: “jubilados estresados”. ¿Cómo es posible? Si precisamente se supone que la jubilación abre la puerta al jardín del dolce far niente?

Una amiga que sabe más que yo me hace llegar el siguiente texto:

En la época de Moisés, los hebreos celebraban una importante fiesta al ir a cumplir 50 años -el yobel- que se encuentra en el origen etimológico de la palabra latina "iubileus" (jubileo) y de nuestra actual "jubilación". En aquella fiesta se rompía cualquier atadura material para dedicarse a reflexionar, meditar y volver a la esencia de la vida. Con ese sentido de gozo, alegría y júbilo, el término pasó al latín y, de allí, a las lenguas romances"

Sin embargo, no es jubileo todo lo que reluce. Hay quien, al día siguiente de dejar de trabajar, se apunta a cursos variopintos e incluso inverosímiles, sintiendo despertar en su interior las ganas irrefrenables de pintar al óleo, cantar en un coro, hacer gimnasia bailando o en tabla fija, aprender a escribir en endecasílabos o, esta es buenísima, bailar salsa, merengue o bachata.

Estos son los que, cuando les propones tomar un cafecito y dar un paseo te contestan: “uf, chica, desde que me he jubilado es que no tengo tiempo para nada” y se van a trotecillo ligero con su chándal recién estrenado.

Luego están los esclavos de los nietos; los que, ingenuamente, se ofrecieron a ir a buscar al crío a la guardería o a quedarse con él el sábado por la noche ‘para que vosotros podáis ir al cine’ y resulta que los ves, mañana y tarde, tirando de silleta y comprando gusanitos. Estos tampoco tienen tiempo libre para nada, “ya sabes, los nietos…”.

Como me decía uno ayer, “hija, si lo llego a saber no me jubilo, que antes estaba más descansado”.

Risas aparte, espero que cuando me toque (jubilarme) caiga en cualquiera de los baches descritos y me sienta igual de feliz.

En fin.


Amanda Arruti. "El embarcadero de la nostalgia". Oleo sobre lienzo.
 
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