sábado, 4 de enero de 2014

Viernes femeninos


Cuando me casé –hace un par de siglos ya- era la época de las parejas abiertas, -o eso decían- una especie de necesidad para compensar todo lo que había estado cerrado hasta entonces, y si bien no comulgábamos con ciertas libertades –porque habíamos comulgado durante muchos años los domingos en la iglesia-, intentábamos, nosotras, las chicas jóvenes recién casadas o arrejuntadas, preservar una pequeña parcela individual y que no todo fueran “bienes gananciales”.

Y así se instauraron entre mis amigas los bien llamados “viernes femeninos”. Ese día, esa noche, había espantada femenina del hogar; el marido o concubino, o se iba a la sociedad o al cine o a cenar a casa de su madre –pero eso no compensaba porque había que aguantar las críticas a la nuera- y la esposa-la parienta, como decían ellos-,es decir mis amigas y yo, nos íbamos de cena, de copas y de bailoteo. Todavía éramos muy jóvenes y muy ingenuas y creíamos que, aunque casadas, podríamos seguir reservándonos un pequeño espacio para una más que necesaria libertad.

Nos partíamos de risa contando anécdotas íntimas y picantes –yo creo que exagerábamos e incluso que inventábamos ciertos “detalles”-, criticando con más bien poca malicia las artes y oficios de nuestra pareja y comíamos y bebíamos y fumábamos y bailábamos hasta que se fundían los plomos. Lo de ligar era ciencia-ficción y si ocurría ya teníamos motivo para el descacharre del viernes siguiente.

Luego, al filo de los veintimuchos, empezaron las deserciones forzadas: que si le tengo que dar el biberón al niño que sólo me come a mí, que si mi marido se mosquea si le dejo solo en casa, que si estoy tan cansada que mejor no salgo…

Algunas, las más aguerridas o con menos problemas personales, seguimos saliendo a quemar la noche hasta que los años nos fueron quemando a nosotras . Incombustibles no éramos, pero donde hubo un buen fuego siempre se pueden sacar algunas brasas.

El otro día fui a una “cena de chicas” para celebrar el cumpleaños de una de las supervivientes (a quien por cierto no le sobran ni grasa ni arrugas) y fue como un déjà-vu . Las mismas risas hablando de los mismos eternos temas –exagerando lo que hiciera falta-, las anécdotas convertidas en “perlas cultivadas” y de los maridos, ni palabra. Ni de los hijos, ni del trabajo. Ni de política, ni de religión (ni de fútbol, claro) ¿De qué estuvimos hablando durante más de 5 horas…? Pues no sé si me acuerdo muy bien pero sé que llegué a casa contenta y feliz de haber estado disfrutando con mis amigas de algo parecido a aquellos “viernes femeninos” … del siglo pasado.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario