miércoles, 8 de enero de 2014

Mujeres que no valen nada (I)


Amanece. El silencio se rompe con los ruidos del barrio. El camión que trae los yogures al súper de la esquina, las cisternas de todos los vecinos, el primer pitido del tren que abre el duro camino que lleva a la ciudad. El ha dejado de roncar.

Ella se desliza hasta la cocina, trastea entre cacharros, prepara café y bate unos huevos para el almuerzo del marido. Todavía le duele el brazo. Y la cabeza. No ha querido mirarse en el espejo rajado del baño. Para qué.

El ritual cotidiano dará comienzo en unos minutos. Como la regañina que le daba su madre antes de ir a la escuela, allá en el pueblo: “Pórtate bien, obedece a la maestra, cómete todo el pan, no hables con los chicos”. Serán las pocas palabras –entre otros ruidos menos amables- que le dirigirá su marido; como todas las mañanas.

La señora Lourdes le ha avisado con tiempo. -A partir del día 1 no hace falta que vengas más a limpiar. Ya sabes, la crisis.
Por doscientos euros que le daba por cuatro días al mes va a correr la sangre en casa cuando él se entere.

Porque ella no vale nada, no tiene nada, no sabe nada. Es lo que escucha todas las noches, cuando los ruidos del barrio se apagan y se oye a lo lejos el pitido del último tren que vuelve de la ciudad.

En fin.


LaAlquimista 
           http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

Foto: C.Casado

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