miércoles, 1 de enero de 2014

Cuando las cosas no salen como uno quiere


Cuando las cosas no salen como uno quiere lo normal es agarrarse el cabreo pertinente o llevarse un disgustazo, llorar, gritar o incluso deprimirse y quedarse como atontado –yo he recorrido todos esos caminos en alguna ocasión-, pero luego hay que sacar de donde sea cinco minutos para reflexionar.

Cuando las cosas no salen como yo quiero, recuerdo que tengo mente y corazón, pero no varita mágica; que los otros viven la vida con sus propios deseos, afanes y criterios y no con los míos; que lo que es bueno para mí quizás sea una estupidez para los demás y, sobre todo y por encima de todo, que si algo me es negado es siempre por una buena razón.

Yo soy de esas personas que creen a pies juntillas que cuando un amor se acaba es porque igual otro mejor está esperando a la vuelta de la esquina, que cuando llega la enfermedad se puede aprovechar la postración para leer los libros atrasados, que cuando se pierde la cartera es porque ha llegado el momento de comprarse otra nueva, que si el teléfono no suena no llegarán las malas noticias, que si un amigo te falla es porque no era tan amigo, que si duermo sola puedo estirarme todo lo que quiera y si duermo acompañada tengo una ración extra de calorcito. En definitiva, una ingenua optimista.

Y poco a poco voy intentando que todo me parezca casi bien y quejarme menos de mi “mala suerte” y disfrutar de cada minuto en que estoy en paz –como ahora- escribiendo mientras entra por la ventana el frescor del monte cercano y con un cafecito por estupenda compañía.

Porque las cosas no me han salido como yo quería y sigo siendo feliz.

Uno a cero a mi favor.

En fin.

LaAlquimista
Foto: Cecilia Casado

Por si alguien desea contactar:
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