domingo, 26 de enero de 2014

¿Quién cuida de los padres ancianos?




Esta es otra de las preguntas del millón para todos aquellos que tenemos más de cincuenta años.

Por supuesto que cada familia es un mundo, y no siempre es válida para nosotros la solución que ha encontrado el vecino. El problema comienza cuando fallece uno de los progenitores y el que queda decide que quiere seguir viviendo en su casa mientras pueda. Mientras pueda… pero pasan los años y ya no puede o se ha cansado o los hijos ven que no es conveniente que siga en soledad.

Hemos desarrollado –supongo que para bien- un grado alto de independencia, una especie de orgullo mezclado con ganas de no molestar y de que no nos molesten, que hace poco apetecible la convivencia de padres ancianos con hijos y nietos. “Cada uno en su casa y Dios en la de todos”… La fórmula del siglo pasado de que los padres ancianos, al quedarse solos, pasaran a vivir con los hijos, al menos en el ámbito urbano, está prácticamente obsoleta por inviable. Todos trabajan y nadie puede ocuparse del anciano abuelo. Así que miramos alrededor a ver cómo lo ha hecho el vecino.

Y el vecino ha contratado los servicios de una inmigrante, casi siempre sin papeles, que está dispuesta a convivir con nuestro padre o nuestra madre y cuidarle, darle de comer, acompañarle a pasear y levantarse por la noche si es menester. Los hijos estamos, mal que bien, conformes con esa solución puesto que nos libera de la mala conciencia de no poder atender a la abuela (hay más viudas que viudos, ya lo siento).

Vienen, las inmigrantes, sabedoras de que van a vivir en casas lujosas (en comparación con las que abandonan), que van a tener unos ingresos extraordinarios (en comparación con la renta de su país de origen), que van a poder acceder a una asistencia sanitaria jamás soñada, que van a tener casa, comida, salario, un TODO INCLUIDO, por hacer algo que en su país es un deber sagrado para todo hijo: cuidar a la madre o al padre anciano.

Seguro que piensan que somos unos ‘monstruos’ sin corazón. Igual por eso nos miran como si lo fuéramos y se niegan a integrarse y a pagar impuestos y se acomodan a decirle a la abuela: “dígame doña Josefa, ¿le traigo ya su vasito de leche de antes de dormir?”.

En fin.

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