martes, 28 de enero de 2014

Una torre gótica


Dice mi profesor de arte –y no seré yo quien se lo discuta- que la torre Eiffel es una torre eminentemente gótica. Faro y enseña del mundo capitalista, al igual que las catedrales góticas, marca con su aguja altísima el punto más alto al que se puede llegar, la cima, la cúspide del poder.

Vista desde esta perspectiva nada se puede objetar, sobre todo cuando descansas el cuerpo –bendita permisividad para tumbarse en la hierba- en los jardines de su perímetro y compruebas, abrumada, que la aguja que quiebra el cielo - mires hacia donde mires - es hermosa, increíblemente bella.

Y aunque Paris sea mucho más que su torre, aunque nosotros seamos mucho más que lo que destaca y ‘visitan los turistas’, sigue existiendo un mito emocionante, un secreto que cada uno debe descubrir. Es la sensación inefable, individual, que se queda prendida en el corazón ante la enormidad de esta vieja belleza gótica.

La belleza que descubrimos con nuestros propios ojos es lo que hace que la vida tenga una luz especial; con algunas personas ocurre lo mismo.

En fin.


Foto: Amanda Arruti

Por si alguien desea contactar:
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