martes, 21 de enero de 2014

Total, por el mismo precio...


Las cosas vienen mal dadas a veces, malhadadas que diría el diccionario. Pero vienen, están ahí, aporreando la puerta sin miramiento alguno, con el derecho de pernada sacado de la manga (no el ‘sexual’ sino el ejercicio abusivo de poder o de autoridad).
Y es cierto, no hablo por hablar, todavía hoy en día se comenten desafueros à la remanguillèe con total impunidad por parte de aquellos que “creen” que pueden hacerlo –hasta que alguien les para los pies, obviamente-.

¿De qué hablo? De cualquier injusticia, de cualquier desigualdad, de esos abusos que –quien más quien menos- sufre cotidianamente conformando el perímetro exacto de nuestra cobardía. En el ámbito doméstico, en el marco laboral, en el entorno político-social, hay pequeñas infamias que se agarran a la dignidad como sanguijuelas y es arduo el trabajo doloroso de arrancárselas. (Engordadas ya con nuestra sangre)

Miro alrededor y lo veo; no lo señalo con el dedo porque bastante notorio y vergonzoso es por sí mismo y porque me eduqué en una buena escuela pública donde aprendí que era de mal efecto señalar con el dedo pero que era peor aun callar.

¿Que de qué hablo? ¡Y yo qué sé! Allá cada cual con su conciencia…
Pero eso sí, por el mismo precio del disgusto que ya está ahí, en el corazón, en la mente o en el bolsillo, se le puede dar la vuelta, con la pequeña alquimia redentora de andar por casa para sobrevivir.

Total, por el mismo precio, voy a darme una alegría y luego…luego ya habrá tiempo de afilar la katana.

En fin.


Foto: C.Casado

Por si alguien desea contactar:
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