viernes, 17 de enero de 2014

Pasear por una ciudad hermosa y ser feliz


Los franceses tienen palabras únicas y preciosas para explicar conceptos, modos, sensaciones. El verbo ‘flâner’ es una de ellas; significa vagar sin rumbo, pasear sin prisa, deambular placenteramente por un paraje o ciudad. Es lo que se suele recomendar cuando se visita una ciudad inhabitual, perderse por sus calles atentos al descubrimiento inesperado; un rincón imposible, un personaje inefable, una sorpresa cosquilleante.

Pero no hace falta ir hasta Paris –que también- para sentirme una ‘flâneuse’ de pleno derecho, me basta agarrar las ganas y soltar las prisas y lanzarme al redescubrimiento de mi hermosa ciudad, alejarme del itinerario rutinario, doblar la esquina en vez de seguir recto, enfilar la calle perezosa en vez de la avenida agitada,
dirigiendo los pasos -en sentido opuesto al humo de los coches- hacia el imán verde, bajo la sombra viva, alzando los ojos hacia los pequeños nuevos brotes que ya han vuelto. (Por fin).

Mirar hacia arriba, al pétreo bosque de torreones, templetes, agujas, balconadas, cornisas, arquitectura ofrecida en toda su desnudez a los ojos de quien sepa valorar. Seguir el curso del río, contar las gaviotas y equivocarse y volver a empezar, leer las leyendas grabadas en los bancos, acariciar la piedra templada por el solecito del mediodía…
Saltar del adoquín a la arena húmeda de la playa, jugar a que no te pille la ola tímida de la marea que sube, detenerse, respirar, vaciar la mente, tan sólo sentir.

Y cuando el embrujo aprieta un poco más arriba del estómago decirse que todo está en paz en el interior, que la felicidad es esto, justo este instante en que se siente y nada más. Suficiente.

(Al volver de ese espacio íntimo descubrir que los pasos han ido lejos del hogar; y hacer el esfuerzo de buscar un punto de referencia para despertar).

En fin.


Foto: Amanda Arruti

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

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