domingo, 5 de enero de 2014

El nido vacío


Estoy aburrida de esas frasecitas que todo el mundo repite dando por válidas verdades que tan sólo lo son a medias. Me refiero a esa tan manida sentencia de “es ley de vida” que se aplica en no pocas situaciones como si fuera la panacea universal para aceptar lo que duele.

Es ley de vida dicen, que los hijos se vayan de casa y vuelen con sus propias alas. ¿Ah si? Pues que yo sepa existe hoy en día un porcentaje más que considerable de jóvenes que no se van del hogar ni con agua caliente, así que esa “ley” no debe serlo tanto. Entonces se me ocurre agarrar el rábano por las hojas y darle la vuelta a la falacia –que eso es lo que es, ni más ni menos- porque pienso que no hay nada más triste que un nido vacío.

A ver, no se me malinterprete; estoy absolutamente de acuerdo con que cada ser humano debe encontrar su camino en la vida para poder darse de trompicones y saber lo que vale un peine, faltaría más, pero… ¡qué tristeza se queda prendida en el plumero que acaricia el polvo de esos libros, discos, pequeños objetos “olvidados” en una habitación que guarda todavía el perfume de los cuentos antes de dormir y los desayunos en la cama los domingos…¡

Tampoco estoy intentando romper una lanza a favor de la familia/clan/tribu como viven en otros países, todos juntos en la misma casa, compartiendo espacio y disgustos, no.

Pero libro cada día una lucha con la nostalgia que me obligan a respirar casi cada día mis hijas, negándose a desmontar sus habitaciones vacías, pataleando si les sugiero que se lleven “sus trastos” o amenazándoles con tirarlos a la basura –cosa que digo, pero que no soy capaz de hacer.

Hablo de cómo los hijos levantan el vuelo pero menos; hablo de cómo guardan con cariño las llaves de casa, y su pijama y sus peluches en el armario, hablo de cómo de alguna manera quieren, necesitan, sentirse ligados por el hilo del amor incondicional a su nido y sin embargo viven desapegados en su nuevo txoko obligándonos a nosotros, los que no nos hemos ido, a seguir respirando su sombra, oliendo su perfume amado y mirando ese nido vacío con sincera alegría por su bienestar y la más infame de las nostalgias porque se fueron y nos dejaron la presencia de su ausencia.

La única “ley de vida” es aquella que nos lleva a la muerte; el resto, son palabras.

En fin.

LaAlquimista

No hay comentarios:

Publicar un comentario