jueves, 2 de enero de 2014

Los libros de Autoayuda y otros cuentos


Lo primero que diré es que tengo una balda entera de mi biblioteca –no es que sea la de Alejandría pero es toda una vida - llena de libros de autoayuda. Así que voy a hablar de lo que sé un poco (por lo menos esta vez).

Como su propio nombre indica, estos volúmenes nos ofrecen directrices, indicaciones, normas y consejos sobre cómo ayudarnos a nosotros mismos. Parecería tema baladí si no fuera por todo el dinero que mueve. Es decir, que se venden y mucho.

A los niños pequeños hay que enseñarles a manejar los cubiertos, atarse los cordones de los zapatos, lavarse los dientes y demás normas higiénicas, en definitiva, a manejar convenientemente las herramientas que tienen instaladas en su cuerpo.

A los niños mayores parece que hay que enseñarnos también a manejar esas otras herramientas de que hemos sido provistos: mente y corazón. ¡qué pena que hayan sido los predicadores norteamericanos y los sanadores sudamericanos los primeros en darse cuenta de que no sabemos querernos a nosotros mismos y que hay que aprender a perdonarse para alcanzar la felicidad…¡

Para llegar a cualquier conocimiento hay que experimentar, vivir, caerse y luego decidir si vale la pena volverlo a intentar. ¿De verdad necesitamos que alguien nos recuerde que cuando nos manchamos debemos limpiar lo ensuciado? ¿Seguro que no sabemos de sobra que si no nos deshacemos de los rencores del pasado y las rabias acumuladas enfermaremos mente, cuerpo y espíritu?.

En mi opinión, todos estos manuales de crecimiento interior modernos –ojo, no confundir con la filosofía de toda la vida, la auténtica- están dirigidos a grupos sociales producto de una determinada cultura (y no es la nuestra, no es la nuestra). Seguramente es porque ellos no tienen vino de Rioja ni jamón ibérico.

Aquí no nos hemos andado con zarandajas para admitir el sordabirón torero, el irnos a la cama sin cenar, las peleas en el patio del colegio y las poluciones nocturnas con la hermana de nuestro mejor amigo. No nos hemos traumatizado por eso ni por no tener las pistolas de cowboy, el excalectric, el cochecito para muñecas o el balón de reglamento en Reyes. Hemos crecido con una mente fuerte y sana sin frustrarnos por ello. (a pesar de los intentos del contubernio judeomasónico por descerebrarnos).

Al final descubres que todos los caminos conducen a Roma; es decir, que tan sólo existe una medicina milagrosa: el amor. Pero para ese viaje no necesitábamos tales alforjas.

Después de toda una vida creyendo que para ser felices lo único que hacía falta era tener mucho dinero y pocos enemigos. (Léase triunfar) (Ja)

Como si fuéramos tontos, vamos.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:
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