jueves, 23 de enero de 2014

La envidia sana no existe


Fíjate si será cicatero nuestro uso del idioma que no hay en curso una palabra para designar el hecho de alegrarse del bienestar ajeno; lo más parecido, aunque poco utilizado, es la palabra ‘emulación’. Así cuando alguien se va de viaje a un paraíso de esos de postal al que siempre hemos soñado ir o tiene un golpe inesperado de buena suerte, le decimos que tenemos ‘envidia sana’ y eso no es posible. La envidia es verde, bien verde, siempre lo ha sido.

Amando de Miguel lo explicó muy bien hace años y recuerdo aún cómo definía las facetas más usuales de la envidia: 1) alegrarse del mal ajeno, 2) entristecerse del bien ajeno o ignorarlo completamente. El señor de Miguel se refería al mundo literario –que no es poco decir-, pero supongo que es extensible a cualquier otro ámbito.

¿Por qué no hemos podido encontrar una forma generosa, humana y amigable de expresarle al otro que nos alegramos de su bienestar? Podríamos decir, obviamente, ‘me congratulo de que te haya tocado la lotería’ y en vez de eso decimos: ‘tengo envidia sana’. Paparruchas. La envidia no puede ser sana de la misma manera que la guerra no puede ser humanitaria –ahora que caigo, me parece que ya he escuchado yo esta barbaridad en boca de algún líder del mundo-mundial-. Pero a lo que iba.

Eso de la ‘envidia sana’ es muy peligroso porque se acaba considerando cotidiano y ético sentirla, vamos que se empieza envidiando al vecino y se acaba denunciándolo cuando llega una guerra cualquiera. Mira que soy exagerada poniendo ejemplos…¿o no? El caso es que nadie me dijo nunca que me tuviera envidia, ni lo percibí ni padecí hasta hace pocos años, quiero decir, ya de mayor.

Siempre en las mismas situaciones y similares circunstancias, después de haberte dejado los hígados en un proyecto de vida, cuando tienes las manos y el alma medio rotas de tanto desenredar la maraña de la existencia, cuando por fin parece que la próxima primavera saldrán las flores y el próximo verano recogerás los frutos, te encuentras a alguien que te observa con ojos fríos, mira hacia otro lado y no te dice nada. Ni siquiera que te tiene ‘envidia sana’.

Si hubiera un solo hombre inmortal, sería asesinado por los envidiosos(Chumy Chúmez)

En fin.

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