martes, 14 de enero de 2014

I love Paris


Quien me conoce sabe de mi locura por Paris. Adoro esa ciudad y es grande el empeño que pongo en visitarla un par de veces al año como si fuera un peregrinaje devoto y un poco fanático por sus adoquines sobre los que me arrodillaría sin ningún rubor.

París del primer viaje iniciático, Paris del halo mítico del “68”, Paris del primer amor enamorado y, desde hace unos quince años, el Paris vitalmente imprescindible. A fuerza de mirar sus casas, de perderme en sus pasajes, de entrar en los patios, beber de las fuentes y fotografiarlo todo en mi retina he llegado a sentir la ciudad tan mía como la que me vio nacer. Ya hace años que no la disfruto como turista sino como viajera enamorada, aunque no vaya a mi lado más amante que el ensueño que se me cuela en la maleta.

Hubo un día en que se me tuve la necesidad de disfrutarla en soledad y, en contra de opiniones diversas y agoreras predicciones, me encontré en la estación de Montparnasse ligera de equipaje y plena de emoción. La buena suerte es que en Paris tengo amigos que me acogen con una hospitalidad auténtica, sin dobleces y nadie se atreve a hablar mal de los “gabachos” en mi presencia porque le puedo sacar las uñas. (Con glamour también se puede arañar)

Un picnic en el campo de Marte compartiendo migas y fotos con los pájaros, una siesta al solecillo de primavera en la pelouse delante de Les Invalides, un mojito en un bar de Bastilla, la cena en un bistrot de barrio, una cervecita a cualquier hora en una terraza caliente en invierno y fresca en verano y la luz y las sombras desbordándose del mismo hermoso lienzo.

Mezcla de reto y placer recorrer las catacumbas, el subsuelo misterioso, las alcantarillas, la cantera que dio origen a la Helvetia romana, el anfiteatro escondido en pleno centro, la gran mezquita junto al Jardin des Plantes, los parques, los bosques, los canales, lo viejo y lo moderno, encontrar sin buscar lo escondido, desvelarle los secretos a la maravillosa ciudad que se ofrece toda, entera, amante.

La única pelea que libro es con el tópico de la ciudad del amor para los enamorados que se besan delante del Ayuntamiento para solaz de fotógrafos en blanco y negro, la espinita clavada dans mon coeur de ser la invitada solitaria a la fiesta turística del amor tres días, dos noches, vuelo más hotel. Después de tantos años no descubro ya Paris sino que es la ciudad la que va desvelando mis propias entretelas cansadas, la que amortigua mis soledades y pinta de esperanza –todavía- mis años maduros. Paris me devuelve los recuerdos del amor porque yo también paseé de la mano los muelles del Sena prendida en los ojos de alguien que me quería.

Y sí, lo tengo que decir, “siempre nos quedará Paris”.

En fin.


LaAlquimista

Foto: Amanda Arruti
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario