miércoles, 22 de enero de 2014

La huida de uno mismo


Uno no huye de sí mismo amparándose en la oscuridad; tampoco hace falta esconderla –la huída- de los demás, tan sólo disfrazarla un poco. Contar una película –más o menos creíble- cuyo fondo, cuyo mensaje sea difícil de interpretar, como las de arte y ensayo de la primera época.
El guión se escribe en la oscuridad de ciertas soledades, la producción se lleva a cabo con los restos del naufragio y el actor principal tiene el caché tan bajo que está dispuesto a rodar la película en escenarios de bajo presupuesto e incluso haciendo horas extras. Es decir, el círculo se cierra sin salir del interior de uno mismo.

Pero el que huye se olvida la mayoría de las veces de que llevará una mochila invisible con todas sus penas a cuestas, que los asuntos sin resolver le seguirán –sin resolver- por mucho que uno ponga millas de por medio entre su angustia y el portal de su casa; el que huye de sí mismo carga con una sombra que le recordará que no dejó nada atrás, que el nuevo camino estará repleto de piedras conocidas, será el mismo sol y los mismos vientos los que azoten su deambular por la vida, huyendo, siempre huyendo.

Es el no querer mirar atrás, es el estar harto de todo, es el ‘quiero empezar de cero’, es el ‘no puedo más’. Quien huye sabe que no sirve de nada intentarlo, pero le queda la esperanza de ser diferente, de ser la excepción de la regla, de pensar que tiene para huir la fuerza que no ha tenido para afrontar el gran problema que es vivir.

Y de la vida sólo se escapa de una manera y ésa, me temo que no le gusta a casi nadie.

En fin.


Foto: Amanda Arruti

Por si alguien desea contactar:
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