Una cena cada dos meses no es tanto como para aburrir pero sí lo suficiente como para alegrar la agenda, porque todas somos mujeres en la cincuentena (o así) activas, profesionales ocupadas, madres e incluso abuelas de familias a las que hay que seguir cuidando, atendiendo, amando. Mujeres que valoramos el tiempo dedicado a la amistad, a compartir vivencias, a aprender de la otra escuchando –sin prisa por intervenir para dar la propia opinión. (De segundo chipirones begi haundi, de esos que se pescan uno a uno, sobre lecho de arroz basmati)
La conversación perlada de risas y con grandes ausencias; es decir, no hablamos de maridos ni de hijos (por lo menos mal), ni de penas ni de dolores (que haberlos haylos), ni mucho menos de política ni aledaños (para no acabar con mal sabor de boca la noche). Pero sí se nos ensanchó el corazón y la sonrisa hablando de nuestros sueños –que quedan un montón todavía-, de los buenos momentos vividos –porque compartirlos es volverlos a disfrutar, y sobre todo risas, muchas risas, frescas todavía, ingeniosas, llenas de cariño. (De postre tiramisú casero que se iba del mundo).
¡Qué guapas estábamos todas y cuántas ganas de vivir! ¡Qué buen rollito con las nuevas chicas que vinieron ayer –dos “adquisiciones” bien interesantes! El tono sin lamentaciones, apartando las decepciones –algunas de ellas comunes a todas nosotras-, la ilusión por vivir encima de la mesa junto a un conde de valdemar y un monjardin que no nos soltó la lengua porque no venía atada. (Infusiones y café de comercio justo como detalle del restaurador.)
La tertulia se trasladó a una terraza con vistas a un museo, donde nos descubrimos –la mayoría- como impenitentes miembros de la Santa Cofradía del Gintonic, mientras la exótica del grupo se tomó un martini y la más recatada un café cortado. Estábamos tan a gusto, sin criticar a nadie, sin quejarnos de nada, -pero cada una con su propia indignación guardada en el bolso- que nos dieron las uvas más que pasadas. Cómo terminó la noche queda a la imaginación de cada cual; algunas se retiraron pronto mientras otras –ejem- nos quedamos a vigilar la marea baja en La Concha y aledaños.
A las cinco de la mañana, el campamento del kiosko del Boulevard seguía activo.
En fin.
http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50
LaAlquimista
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