martes, 13 de mayo de 2014

Cada oveja con su pareja



Creo que a los de mi generación nos lo dijeron de mil maneras para que tuviéramos presente la lección: que cada oveja tenía que ir con su pareja y todo lo que fuera salirse de ahí llevaba a crear situaciones problemáticas y de difícil solución. Se referían –padres, educadores y sociedad en general- a convencernos a los jóvenes que teníamos que encontrar nuestro acomodo en el mundo en el entorno de nuestra misma “clase social”. Unos ni se lo cuestionaron –posición cómoda- y otros tuvimos la primera oportunidad de poner en funcionamiento la maquinaria de pensar –posición incómoda-.
Tan disparejo era que una señorita de buena familia se casara con un obrero –antes se decía “obrero”, con conciencia de clase, nada de “trabajador”- como que un universitario se emparejara con una chica sin estudios, aunque se hacían ambas cosas –sobre todo por la vía del embarazo imprevisto- y luego acababan la mayoría de las historias como el rosario de la aurora. Pero ahí donde las familias –y la sociedad- intentaban mantener un criterio clasista (porque tanto desprecio encubierto había en una dirección como en otra), a los que teníamos quince años en el 68 nos salió una vena rebelde que nos estuvo dando la lata durante unos cuantos lustros con desiguales resultados.

Afortunadamente, a pocos de mis amigos les importa ya que sus hijos realicen la coyunda con gente de apellidos más o menos largos, primando el contento y el equilibrio emocional de los vástagos por encima de otras consideraciones más mundanas. Y esto cogiéndolo con pinzas, que de todo hay todavía en la viña del Señor y a ver a qué madre o padre le va a molestar que su retoño del alma se junte con alguien que, además de ser “buena persona”, sea un triunfador en ciernes…

Sin embargo, nosotros los que tenemos más de cincuenta años y jugamos en su día a ser jóvenes rebeldes –porque aquí era ridículo intentar ser “enfant terrible”- nos vemos abocados a recolocar el listón.

Después de lo visto, haciendo balance de lo vivido, igual vamos a tener que darle la razón a la abuela que decía aquello de “cada oveja con su pareja”, porque… ¿quién podrá aguantar a estas alturas, cuando hay cada vez menos por vivir, compartir el tiempo y los sueños que quedan con alguien que no entienda la vida como uno mismo? ¿Cómo resisten relaciones añejas entre una persona alegre y una persona triste? ¿En qué basarse para dormir al lado de alguien que no comparte nuestro proyecto vital o incluso que no tiene ninguno?

¿Qué sería de mi vida, cómo me mantendría risueña y moderadamente feliz si no pudiera compartir con mis allegados las inquietudes que me espolean? Si me gusta el arte, la cultura, leer y escribir, viajar y soñar, el silencio y la reflexión, sentir la naturaleza y la sangre corriendo por mis venas… ¿con quién sino con personas que tengan la misma inquietud, el mismo interés, puedo sentirme a gusto y tranquila?

De sabios –dicen- es rectificar; así que me voy a plantear muy en serio el tema ahora que todavía puedo planteármelo. Cada oveja con su pareja y lo demás son ganas de pasarlo mal… el tiempo que queda por vivir.

En fin.

"Amar a una persona por lo que es y no por los efectos que causa en nosotros. Deberíamos estar enamorados de alguien porque nos gusten sus valores, sus ideas, su manera de vivir, porque nos haga sentir felices, porque nos respete, porque nos aprecie; deberíamos amar a alguien por cómo es, ni más ni menos. (Carmen Amoraga “Algo tan parecido al amor”)

LaAlquimista
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