domingo, 25 de mayo de 2014

Toda la noche descalza y sin comer

 
Ayer llegué a casa con el cuerpo alborotado. Por la mañana llevé el coche al concesionario oficial y le hicieron de todo por valor de 700€, hasta cuatro ruedas nuevas de la marca más cara del mercado le mandé poner, que en seguridad no escatimo yo ni un céntimo. Con la angustia de lo gastado decidí ahorrar en comer e ingerí un plato de vainas con patatas y un yogur, a ver quién es el guapo que se come un lenguado después del dispendio matutino… Me salté la siesta –horror donde los haya para una “pre” como yo- para acudir al plató de la tele de aquí y hacer que me ficharan de frente y de perfil por poner mis neuronas al servicio de la “SpanishRevolution”. Después, sin solución de continuidad –vaya frase rimbombante - me fui a la fiesta de fin de curso de mi querida fundación OSCUS, donde estuve abanicándome como una loca por espacio de dos horas y media para acabar tomando “la espuela” en un garito de lo Viejo.

Así que llegué a casa con el cuerpo alborotado. Tampoco era tan tarde, las diez de la noche, una hora como otra cualquiera para llamar a la puerta del vecino y pedirle… no sé… unas pinzas para tender la ropa que se me han acabado. Sí, ya sé que lo mío con mi vecino –el de las torrijas- no es precisamente lo que podríamos llamar amor sino más bien interés puro y duro. (Sin chistes) Pero una tiene sus debilidades y ayer, con “la calor” se me habían sublevado las hormonas.

Llamé a su puerta y tardó en abrir –si bien yo ya sabía que estaba, los watios de su equipo de música son famosos en toda la vecindad- y cuando lo hizo en seguida me percaté de que algo no iba bien. En vez de alegrársele los ojillos y dedicarme un redoble de pestañas como es habitual en él puso cara de póker y me dijo: -“hola, buenas noches, ¿querías algo?”

Servidora que ha hecho guardia en las peores garitas se barruntó rápidamente la jugada y, rápida como sólo puede serlo una mujer de cincuenta y siete millones de dólares, le dije: “no, nada, que se me ha reventado la cañería del cuarto de baño y dentro de nada va a empezar a rezumarte el agua por la pared”.

Media vuelta y a casa con las orejas gachas y un rastro de perfume “Miss Dior” –encima el que uso yo- en la pituitaria. Alguna vez tenía que ocurrir. Toda la noche descalza y sin comer…

En fin.

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

LaAlquimista

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