miércoles, 14 de mayo de 2014

Entre pinos y robles

Yo nací en el asfalto, que no quiere decir que como Edith Piaf mi madre me pariera en la calle, sino entre ladrillos, cemento y materiales eminentemente urbanitas. Los árboles los veía en el parque pero no podía subirme a ellos y cuando me llevaron por primera vez –que yo recuerde- a un entorno rural (al Berastegi de los años 50, a “comer bien” y a reponerme de una especie de gastroenteritis aguda que me dejó sequita) sentí que volvía a un origen oculto que se me desvelaba a mis cinco o seis años (según las fotos) de niña de ciudad que pasea por el campo con sombrerito de paja y vestido con enaguas.

Desde entonces y hasta ahora, mi mayor sosiego, calma y lo más parecido a la felicidad lo he encontrado (reencontrado) en medio de la naturaleza. A ser posible cerca de la mar y cuanto más brava ésta, mejor. Mi sueño era tener una casa en el campo (y la tuve), con árboles y flores, frutales y hortalizas, un sauce llorón, un ciruelo chino y una vid. Con troncos en la chimenea y parrilla en el porche para asar de todo, y allí se carbonizaron parte de mis sueños; el resto se ahogaron en la piscina una tarde en que andaba despistada y con la guardia baja.

Aprendí entonces a no desear tener nada propio que pudieran quitarme y decidí que pasaría por la vida de prestado. De esta manera, no poseyendo, no sentiría el dolor de la pérdida cuando ésta sobreviniera (que siempre llega). Y es obvio que tampoco hablo de apegos personales que suelen ser los peores…

Los árboles que me dan sombra en esta tarde de sol no figuran a mi nombre en ningún registro –otros llevan ese peso sobre sus hombros-; el jardín en el que me sosiego no he tenido que cuidarlo ni regarlo, que otros lo han hecho por mí. Es un pequeño paraíso alquilado que no angustia sino que es liviano, volandero, sin responsabilidad alguna; por ello mucho más agradable y, como tantas cosas en la vida, fácil de disfrutar y difícil de olvidar.

Son pinos y robles, hayas y encinas. Palomas y golondrinas, tordos y estorninos y el cuco de los cuentos infantiles. Lo demás es silencio. Por dentro y por fuera. Y es bueno hasta para la piel…

En fin. Que quería compartirlo.

LaAlquimista

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.

*Recordando una de mis muchas estadias en el bosque

3 comentarios:

  1. Cecilia me identifico mucho con este comentario, en lo que dices; "Desde entonces y hasta ahora, mi mayor sosiego, calma y lo más parecido a la felicidad lo he encontrado (reencontrado) en medio de la naturaleza. A ser posible cerca de la mar y cuanto más brava ésta, mejor"

    Me gusta la Naturaleza hasta en términos extremos, tormentas, nieves y lluvias ,frió sobre todo , y siempre anhelo que me pase de todo mientras convivo en la naturaleza mas salvaje porque después,.. cuando todo ha pasado,.. vivo mas intensamente la calma, la serenidad, la tranquilidad , el placer de las fuerzas naturales, el reencontrarse con lo cotidiano.. parece como si mi vivencias, fuesen una escuela de pedagogia del vivir, o volviera a nacer , o reencontrarne en mi mismo, en un mundo nuevo.. Haber vivido lo salvaje conocer sus limites es para mi como saber hasta puedo llegar psquica y mentalmente en la vida.
    No sé cuando escribistes esto en que fecha pero me husta mucho y me identico .. Saludos Iñaki Barcelona .

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    1. Querido Iñaki:
      Somos naturaleza y lo hemos olvidado.
      Somos animales y ya ni nos acordamos.
      Nacimos en un bosque, en una selva, entre las altas ramas teníamos nuestro alimento...
      ¿Qué ha pasado en estos últimos miles de años?
      Gracias por compartir.
      Alki

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    2. Es un post de hace tres años exactamente, pero vale lo mismo que hoy...

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