domingo, 4 de mayo de 2014

Paris, un lujo al alcance de todos



Paris es la ciudad más hermosa del mundo. Y lo sigue siendo aunque no te hospedes en el “Hotel de Crillon” ni cenes en “Le Jules Verne”. Es posible desmitificar esa aura de glamour a precio de oro con la que se adorna desde que dejó de llamarse Lutecia la ciudad de mis sueños. Si Paris es accesible para un bolsillo sin estridencias como es el mío, lo es para cualquiera.

Debo aclarar que llevo muchos años yendo a Paris cada varios meses en tandas de una semana para no perder “mis” buenas costumbres y que mis estancias corresponden a una viajera y nunca a una turista. Eso no quiere decir que no me saque fotos frente a Notre Dame –como está mandado- ni que deje de comer en los pequeños tugurios del Quartier Latin, sino que le doy una vuelta al Paris de los parisinos sin que mi presupuesto sufra descalabros.

Para empezar, nada de aviones. Desde Hendaya circulan varios trenes de alta velocidad cada día que depositan al viajero en la estación de Montparnasse en menos de seis horas. Aparte del placer de viajar en tren –que es un placer inigualado por ningún otro medio de transporte-, adquiriendo los billetes con la antelación suficiente, el viaje de ida y vuelta se puede hacer por el más que discreto precio de 44€/50€.

Y para seguir, nada de hoteles. Curiosamente, los establecimientos hosteleros parisinos medios son malos tirando a cutres; no se corresponden las estrellas ni con el precio ni con las prestaciones y si pillas uno “decente” está en el quinto pino y lo que te ahorras en alojamiento te lo gastas luego en transporte, así que la solución que encontré hace ya años es alquilar via Internet un apartamento en un distrito que tenga vida diurna y nocturna y que no esté infestado de turistas. Por ejemplo, el XIème. Marais-Bastille. (Eso dejando aparte la bendita suerte de alojarse en casa de una persona amiga…)

En un apartamento desayunas, cenas y descansas felizmente después de haber pasado todo el día deslizándote amorosamente por las calles empedradas de la vieja ciudad. El precio siempre será –como mínimo- un 50% más barato que un hotel y estarás “como en casa”. (Ejemplo: apartamento 44m2 para 4 personas junto a Place République por 70€/100€ al día)

Cuando la gente dice que Paris es carísimo casi siempre pone como ejemplo lo que les cobraron en una terracita por tomarse una tontería… y es que las terrazas en Paris no sirven para lo mismo que las terrazas en Donosti. Allí uno no se sienta a descansar un rato mientras se toma una cerveza o un café; el ritual parisino es el encuentro amistoso, la conversación distendida con el tiempo detenido al caer la tarde. Una cita amorosa, un libro por leer, demorarse en la contemplación del ir y venir de la gente, observar en silencio cómo pasa la vida… y ese “dolce far niente” tiene un precio. A gusto se paga.

La comida en los mercados de Paris cuesta igual que en La Bretxa. O menos si nos vamos a Ménilmontant o Bastille. O al mercado de Aligre, el más “castizo” de todos los mercados parisinos. Y si no quieres cocinar para eso están los “bistrots” con su “formule du jour” de dos platos o un plato y postre por entre 10€/15€. Más barato todavía si comes tan sólo un plato –con su guarnición- en cualquiera de sus innumerables “traiteurs” donde también venden la comida “para llevar”.

El metro cuesta 1,10€ en vez de 1,40€ que cuesta el autobús en Donosti. (Que todo hay que decirlo). Colecciones permanentes de los Museos Municipales gratuitos todas las que quieras: Museo de Bellas Artes (Petit Palais), Museo de Historia de Paris (Carnavalet), Museo de Arte Moderno (MAM), sólo por poner tres ejemplos.

Le Jardin du Luxembourg y les Tuilleries con sus sillas reclinadas para soñar con los ojos cerrados al sol, “la pelouse” –el césped- para descansar en la Place des Vosgues o delante de Les Invalides sin olvidar el precioso Jardin des Plantes… Hacer un picnic junto a la Torre Eiffel –costumbre dominical de muchos parisinos- saltándose el subir a la torre, sestear entre el sol y la sombra; descansar los huesos en el borde del Sena, con la Catedral a la espalda y el río ante los ojos, recorrer los muelles floridos mirando la vida de “las casas flotantes” o peniches. Visitar las ciudades muertas de Père Lachaise, Montparnasse o Montmartre y a sus legendarios habitantes a la caída de la tarde sintiendo el estremecimiento de la gloria que no se queda en este mundo…

Todo esto y muchísimo más, en Paris, es un regalo generoso para el viajero que sabe disfrutar. Ya digo, al alcance de cualquiera que tenga la humildad de presentarse en esa maravillosa ciudad sin disfrazarse de turista, que entonces, pagas el “peaje” por no saber mimetizarte con el entorno.

En fin.
http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50
LaAlquimista

*Viaje realizado a París en Abril 2011

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