viernes, 16 de mayo de 2014

Un martillo rompe-prejuicios

Aquí lo más fácil es criticar. Parece que ante cualquier situación, si no se ofrece la propia opinión –aunque no te la hayan pedido ni por asomo- decorada con una buena sarta de topicazos, lugares comunes y salpicada de prejuicios, la gente no se queda tranquila.

Antes me enfadaba, pero ahora me pone triste escuchar y aguantar a personas que adornan su discurso con salvas prejuiciosas y no son conscientes de ello o, si se lo haces ver, te dicen que no, que no, que ellos lo único que quieren decir es que las cosas hay que hacerlas de determinada manera –que es como dice “el jefe de todo esto” y punto pelota. Antes me cabreaba, pero ahora me apesadumbra ver a gente de mi edad, con más de medio siglo a cuestas, vigilando su comportamiento de puertas afuera, su forma de vestir, mirando con lupa sus compañías, eligiendo los lugares a los que está bien visto ir y, haciendo eso que alguien decidió llamar lo “políticamente correcto” cuando de siempre se le ha llamado hipocresía.

A mí personalmente en persona –que diría el bueno de Catarella, personaje inefable del magnífico Camilleri- pocos se meten conmigo, no doy mucho pie a ello, pero sí que me lo susurra a gritos la sociedad, las costumbres –perniciosas costumbres-, me lo dicen los silencios y los cotilleos, (deporte nacional junto con la envidia), me lo dicen las miradas de refilón y de soslayo de quienes están constreñidos en su corsé social y familiar. Me lo cuentan las palabras veladas de quienes por proximidad se arrogan el derecho de criticar, a los demás, su forma de actuar, su forma de gastar la vida, el dinero o las ilusiones.

A toda esta gente que sabe más y mejor que uno mismo cómo hay que hacer las cosas, de qué forma hay que vivir la vida, yo les regalaría un martillo rompe-prejuicios para que se dieran con él en la cabeza y, después de la conmoción inicial, vieran que se puede vivir felizmente sin tantas trabas mentales, con menos miedo, o como diría Doña Cayetana –la de Alba- “poniéndose al mundo por montera”.

¿Que a qué viene esto? A todo y a nada, a lo de ayer y a lo de siempre, a lo de hoy y a lo que vendrá mañana… y a dejar bien claro que a mí me tiene absolutamente sin cuidado lo que piense la gente y que lo único que me duele es que, a mi alrededor, pocos se sientan conscientemente libres de esta libertad privilegiada que, entre luchas y el paso del tiempo, hemos llegado a hacer cotidiana. Sobre todo las mujeres. Que muchas veces las que más se quejan son las que más delito tienen.

En fin.

LaAlquimista

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

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