Porque vamos a ver: si uno se pasa el otoño, el invierno y lo que va consumido de primavera siendo feliz con la ingesta de la comida que le gusta, saboreando conscientemente el privilegio de poder elegir qué comer, cuándo y cuánto… ¿a qué viene ahora esa neurosis por aparentar una figura que no se va a poder volver a tener? ¿Qué pasa? ¿Qué nos avergonzamos de nosotros mismos por ser como somos? (Lo que por otro lado seguro que reporta no pocos beneficios)
Ah… lo que pasa –que yo me lo sé muy bien- es que es muy difícil de soportar la idea de no ser ya jóvenes, de compararnos –qué estupidez- con esos cuerpos de yogurines que van a invadir las playas dentro de poco y sentirnos focas (o focos) a su lado. Y digo yo: ¿alguna pega en ser como uno es?
Cuando una persona tiene conciencia de que “somos lo que comemos” lo lleva por bandera durante las cuatro estaciones del año, no le entra la reivindicación salutífera cuando se acerca el calor… por un lado queremos mostrar nuestro cuerpo, pero por el otro nos avergonzamos de él. Mala cosa es esta. Me parece estar viendo por un agujerito a hombres y mujeres echándose en cara la buena vida que se pegan con frases del tipo:”ay, cariño, me parece que vas a tener que hacer dieta porque si no este verano en la playa te va a mirar todo el mundo”
Si nos gusta estar delgados o por lo menos proporcionados mejor tomar conciencia de ello cuando se tiene tiempo sobrado por delante para llevar a cabo tal empresa. Yo lo tuve clarísimo; me puse a dieta en octubre pasado y este verano…que sea lo que tenga que ser, pero no estoy dispuesta a sufrir y volverme histérica con hojas de lechuga para que NADIE me siga mirando en la playa y yo me crea que TODOS se fijan en mí. Tonterías sociales que a veces se infiltran en los pensamientos individuales.
En fin.
http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50
LaAlquimista
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