sábado, 3 de mayo de 2014

REsolución de conflictos a la brava

 
Que nuestra vida, por tranquila y sencilla que sea, se ve perlada de conflictos en muchas ocasiones, eso no lo vamos a negar ahora. Sin necesidad de salir en portada de los periódicos, quien más quien menos, tiene una serie de “encontronazos” con los demás que bien a gusto evitaría, pero que están ahí, como ese moscardón que se cuela por la ventana de la cocina y está un par de días dando vueltas por la casa sin que encuentre el camino de salida y molestando a todo el mundo.

Conflictos grandes o pequeños, graves o superficiales; con la familia, en el trabajo, con los amigos o con simples conocidos. A veces, incluso con personas que no significan nada en nuestra vida, y casi siempre, con nosotros mismos.

Conflictos por disparidad de criterios, porque queremos imponer nuestra voluntad al otro o el otro nos quiere imponer la suya; conflictos porque nos sentimos mal y no sabemos expresarlo o porque tenemos miedo a hacer valer nuestra libertad. Porque queremos conseguir algo que no se nos concede o porque nos sentimos agredidos sin motivo aparente. Es lo que tienen las relaciones humanas, que son tan sencillas o complicadas como cada uno quiera hacerlas.

Tener conflictos es inevitable (qué mejor ejemplo que las guerras) y que las soluciones no son fáciles es evidente (qué mejor ejemplo que el que tenemos en este país nuestro), pero en lo personal y en el ámbito pequeño de nuestras pequeñas vidas a veces es más sencillo de lo que pensamos; tan sólo hace falta prestar atención y pensar un poco.

Ayer me hicieron participar en un juego instructivo para aprender a solucionar conflictos. Un grupo de personas con las que trabajo en estas cosas me rodeó formando un cerco y el desafío fue: “Intenta salir de la manera que puedas en un minuto”. Mi primera reacción fue atacar el flanco más débil (la compañera menos robusta) y hacerle cosquillas y empujarle para que se soltara del de al lado y yo pudiera escapar. Pero ella –entre risas-resistió y el cerco se estrechó todavía más. Así que me quedé en medio y dije “vale, pues me rindo”. “No, no vale, tienes que salir, piensa cómo hacerlo” me contestaron. Y pensé durante tres segundos. “¿Me dejáis salir, por favor?” –pregunté- y el cerco se deshizo automáticamente entre aplausos y risas. Prueba superada.

La primera reacción: atacar. La segunda reacción: rendirse. Lo correcto: pedir las cosas por las buenas. Casi siempre presuponemos al otro a la defensiva y por eso atacamos. O pensamos que no vale la pena luchar y ni lo intentamos. Igual lo correcto es lo contrario a lo que siempre hacemos y que no nos soluciona el conflicto… Voy a probar a ver si funciona.

En fin.


LaAlquimista

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